16 de Septiembre de 2021
Considerar las biografías de chicos y chicas significa asumir sus dificultades, sueños y posibilidades, para lograr propuestas desde lo que ellos viven.
Solamente así la educación y la escuela podrán asumir las trayectorias vitales y reconfigurar el currículum, espacios, horarios y opciones desde la construcción de la propia historia y las búsquedas personales de cada joven.
Las trayectorias de vida de niños y niñas plantean la posibilidad de pensar la educación en general, y las instituciones escolares en particular, desde las historias, situaciones y problemáticas de cada uno. No se trata de pensar la educación en abstracto, sino estrategias desde cada joven, que partan de su situación y sus particularidades.
Cada uno de ellos tiene un nombre y puede ser identificado por su rostro y circunstancia. Joaquín, que vive con su abuela y viaja en el tren todos los días; María, que cuida de sus hermanitos porque los padres trabajan; Clarita, que viene a clases luego de trabajar todo el día.
Las trayectorias de vida de chicos y chicas tienen que ser consideradas por la escuela. De lo contrario, muchos serán desafiliados institucionalmente por no caber dentro de las propuestas, o ellos mismos se desafectarán de los proyectos institucionales porque no responden a sus necesidades.
Por Don Bosco sabemos que la atención a las necesidades e intereses de cada joven es un valor propio de la experiencia educativa preventiva. Una propuesta educativa que no preste atención a sus trayectorias corre el riesgo de quedarse en un formato de casos sin rostros ni nombres, anclándose exclusivamente en lo prescripto y lo institucionalizado.
La acción educativa que está comprometida en acompañar a los jóvenes desde sus necesidades e intereses exige salir de los esquemas preconfeccionados y de las seguridades institucionales.
Las búsquedas y expectativas de niños, niñas y jóvenes están en el corazón de las propuestas preventivas de Don Bosco. La educación es para los jóvenes, y desde ellos.