13 de Noviembre de 2017
Charlamos con Franco Toffoli, apasionado de los juegos de mesa como jugador, creador y diseñador. Qué aporta jugar e inventar y por qué recomienda hacerlo.
El CV de Franco Toffoli es extenso. Pero a todos sus títulos y trabajos hay que agregarle algo: su pasión por los juegos de mesa. Ese amor lo crió como jugador desde su infancia y ya lo llevó no sólo a diseñar y crear varios juegos, sino incluso un estudio de diseño dedicado a esto. Confiesa que “los juegos de mesa me gustaron desde muy chico, de adolescente jugaba mucho” y reconoce al TEG como el primero y el que más lo apasionó, junto al Catán.
Sin dudas, no sólo siguen vigentes si no que están teniendo cada vez más lugar. Ahora hay un auge, como una época dorada. En los '90 hubo un retroceso por los videojuegos, que cambiaron la cultura juvenil. Pero en el 2000 resurgieron, incluso quizás con más fuerza. Sí hubo un cambio. Antes podían durar horas y horas y además eran diseños que podían dejar afuera a la gente y que se aburriera. Hoy se diseñan juegos que tengan un tiempo determinado de partida y a la vez que no dejen afuera a ningún jugador de modo que no se aburra nadie. En la actualidad hay miles y miles de títulos, hay un resurgir, un boom.
Hay distintos tipos de juegos y características. Hay juegos competitivos (cada persona trata de ganarle a los otros jugadores) y cooperativos (juegan todos ayudándose entre sí como equipo para ganarle al sistema). En el medio hay semi-cooperativos (por ejemplo por equipos). Por último hay juegos solitarios.
Tienen muchas cosas que suman. Por el lado de la socialización son muy valiosos, porque te ponen ante una situación ficticia en la que uno tiene que poner en juego habilidades de socialización, de relación con los otros, de interacción que son reales. Cómo manejar que alguien me genere algún perjuicio, el tema de la cooperación, cómo puede haber un líder y seguirlo o no, la posibilidad de negociación, argumentar. Hay muchas habilidades del tipo social que son muy valiosas y lo bueno del juego es que uno puede arriesgar tranquilo sin miedo a perder nada. Permiten desarrollar la propia personalidad, explorar y aprender un montón sin el riesgo de sufrir las consecuencias de la vida real. Después hay un montón de habilidades intelectuales: análisis, previsión, evaluación, estadística, argumentación. Algunos juegos también implican habilidades psicomotrices. Con los juegos se van desarrollando todas estas habilidades en un marco de diversión y casi sin darse cuenta. Otra cosa que enseña es el manejo de la frustración, aprender a perder, por eso es muy bueno que se practique desde chiquito. Así se naturaliza. Las sensaciones son siempre muy buenas, jugar es una sensación muy gratificante más allá de que ganes o pierdas.
Sin dudas es una excelente herramienta educativa. Con el juego se pueden aprender muchísimas cosas, ya sea a nivel informal o a nivel formal. Yo empecé a usar un juego de rol en quinto año porque no lograba que los chicos aprendiesen algunas cuestiones propias del sistema económico y político. Lo repetían pero no lo entendían, no lo asimilaban. Entonces armé un juego de rol, cada uno tenía un papel y recién a partir de esa experiencia los chicos empezaron a entender de qué iba la cosa. Lo logré sólo mediante un juego, no había otra forma. El juego es fantástico, enseña un montón de cosas. Los juegos de mesa aportan algo irremplazable que es la interacción directa cara a cara con otra persona y compartir un momento desde el lugar de divertirse, cooperar y tratar de resolver un desafío juntos.
Si tiene que recomendar, Franco elige el Catán, el Coup y Spyfall. “Son para jóvenes pero también para adultos. A los chicos les gustan muchísimo”. Pero esto de diseñar juegos no es ningún ídem. Franco tiene un estudio de diseño de juegos educativos llamado Tëkun . “Con un grupo de amigos lo que hacemos es diseñar juegos para aplicar específicamente en educación”. Con ese estudio crearon Recreando Funes (que juegan los chicos en primaria para aprender sobre la historia de esa ciudad) y Bienaventurados (juego de cartas con los temas de la catequesis). Aunque su primer obra, fuera de Tëkun, fue Corona de Hierro (publicado por Dragón Azul), “un juego de tablero más o menos del estilo del TEG”.
El paso de jugador a diseñar fue muy gradual. Al principio después de jugar varias veces a un juego teníamos ganas de cambiarlo un poco. Después diseñaba juegos para usar con mis hermanos, hechos con papelitos, birome, recortados con tijeras; juegos caseros. Yo empecé diseñando por el gusto de jugar y lo que a mí me gustaba. En los últimos cuatro años me lo empecé a tomar más en serio, empecé a aprender un poco más del proceso. Ese proceso tiene sus pasos. Primero hay que tener una idea inicial, diseñar una mecánica, el corazón del juego. Después hay que probarlo, testear, cambiar, ajustar, volver a probar. Uno tiene que tener claro qué tipo de juego quiere lograr, qué experiencia quiere generar en el jugador. Lo que lleva mucho tiempo es el testeo. Se prueba un millón de veces. Diseñar un juego requiere ingenio, originalidad, pero también cierto estudio.
Es como los libros: si querés escribir tenés que leer mucho. Si querés diseñar un juego tenés que haber jugado mucho. También requiere paciencia. Dice que “anécdotas hay un montón”. Una fue jugando el juego de rol en quinto año. “Teníamos que hacer una simulación de una votación en el Congreso, se presentaron proyectos y ganaron varios de una minoría que beneficiaban a unos pocos. A la semana siguiente llego y me recibe uno de los chicos con una hoja que decía `Los abajos firmantes rechazamos rotundamente la sesión de la pasada semana considerándola ilegítima...´ y había firmas de chicos. Se habían metido tanto en el juego que habían armado una acción fuera de las reglas, se lo habían inventado, fue muy divertido”.
Jugar es fantástico, es algo hermoso. Te permite renovarte, vivir con más intensidad, con alegría, desestructurarte, tomarte las cosas más relajadas. Hace muy bien. Y crear es fantástico también, te mantiene la mente ocupada en cosas productivas, en cosas lindas. Los chicos cuando juegan y cuando crean crecen un montón. Hoy hay un entretenimiento permanente que ahoga un poco, que distrae. Uno despliega la creatividad básicamente cuando se aburre. Por eso está bueno que a los chicos les dejemos tiempo para aburrirse, así pueden desarrollar su inventiva y su creatividad.
Franco es ex alumno del Colegio San José de Rosario y del Profesorado de Filosofía Don Bosco, Salesiano Cooperador del Centro San Francisco de Sales, docente en el mismo San José y en el Profesorado Don Bosco y miembro del Consejo de Dirección del Boletín Salesiano.