6 de Abril de 2018
No son destinatarios o meros receptores; son actores principales. Qué significa hacer con ellos y no para ellos y por qué este año es especialmente importante.
La juventud. Un tema que en todas las épocas genera debate, juicios y prejuicios, esperanzas y desencantos. Un tema que, en realidad, está compuesto por personas de una determinada edad, con un camino recorrido y más por recorrer.
¿Qué pasa con ellos? Los jóvenes siempre plantean desafíos y en estos años se siente mucho. Todos (o casi) los ámbitos están en discusión y crisis (entendida como proceso de cambio o readaptación, no necesariamente negativo) a raíz de la relación con ellos. Pensemos en la Iglesia, las instituciones políticas, las sociales, las relaciones económicas, el trabajo, la educación, las actividades de ocio y recreativas. Cuesta encontrar alguna forma social y/o cultural ajena a este fenómeno. Se vuelve central comprender que los jóvenes no son meros destinatarios o receptores, sino que son protagonistas. Son actores principales y no de reparto. Por eso las instituciones y formas culturales no logran imponerse, sino que deben readaptarse Pero aún más: son los propios jóvenes los que contribuyen a ese cambio, con su acción concreta, con su participación, así como con sus ideas y resignificaciones. Por eso la educación, la formación para el trabajo, las acciones pastorales y las socio comunitarias no están pensadas como “asistencialistas”, sino tomando como eje a los propios jóvenes.
El objetivo de toda acción educativa y formativa no es poner un parche a un problema, sino fortalecer en cada uno sus capacidades para que puedan transformar las condiciones sociales, culturales y económicas en que se encuentran inmersos. “El rol de los jóvenes en la sociedad, su irrupción en los medios y en las redes, su compromiso con la justicia y la transformación de las desigualdades los ubica en el lugar de protagonistas de la historia”, destaca el salesiano Ariel Fresia. Dos premisas son básicas. Uno: los jóvenes no pueden solos. Dos: los jóvenes no están a la espera pasiva. Comprendiendo y combinando ambas les daremos el lugar que corresponde y los acompañaremos para hacer de esta realidad, la que existe hoy, una mejor.
Este año es especial en este sentido, debido a diversos eventos y acciones que los tienen en el centro. Tal vez uno de los más importantes sea el que se dará en octubre: la XV Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos, cuyo tema será “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”. Si bien no tendrán participación directa, sí serán el eje de las discusiones eclesiásticas para lograr, desde ellos, hacer una Iglesia activa. Donde sí tuvieron acción y voz fue en la previa a ese encuentro: la Reunión Pre-Sinodal de Jóvenes. En dicho evento alrededor de 300 jóvenes de todo el mundo se reunieron, debatieron y conformaron un documento que servirá de guía para los obispos en el Sínodo de octubre. A su vez, en nuestro país se realizará el II Encuentro Nacional de Juventud. Será en Rosario y cientos de personas se reunirán a discutir el presente y el futuro que quieren. Estos eventos se suman a otros varios como el Foro de la Juventud de principios de año, así como sirven de preparación para la Jornada Mundial de la Juventud del 2019.
Jóvenes: centro y eje, no pasivo sino activo. No espectadores sino actores. Así lo resume Ariel Fresia: “El protagonismo de los jóvenes no es una dádiva o una participación por delegación, sino una conquista”.